Por: Miranda Bejarano
Es temprano en la mañana, ella se despierta un poco lenta. El frío parece disminuir con los primeros rayos de sol y detecta movimiento también en sus compañeras. Da un par de pasos, limpia sus ojos y acicala sus alas. Es una abeja (Apis melífera) y su rol es el de “cerera”. Junto con sus compañeras de la misma casta se encargan de ser las arquitectas, diseñadoras de interiores y constructoras de los habitáculos y estructura de la colmena. Ella suele destacarse por sus icónicos hexágonos que produce con cera y los apila uno a uno. Esta forma geométrica es la predilecta por todas las de su especie para ahorrar espacio, optimizar los materiales de construcción y erguir paredes resistentes que no podrían ser posibles con otra geometría. Dedica su día a la construcción del segundo piso que asciende como una espiral y servirá de almacenamiento de la codiciada jalea real. Al final del día regresa junto con sus compañeras, comparten un par de tragos y discuten la mejor manera de construir los ductos de ventilación para el verano que se avecina. Mañana será un nuevo día para el laborioso enjambre.
Durante años se ha estudiado la eficiencia y organización de las abejas para la construcción de una sociedad sostenible. No es por nada que arquitectos como Le Corbusier, Gaudí e incluso Mies van der Rohe se inspirarán en el ingenio de las abejas para sus reconocidos proyectos arquitectónicos. asi lo retrata el historiador y ensayista Juan Antonio Ramírez en su libro “La Metáfora de la Colmena” publicado en 1998. Para estos arquitectos, la naturaleza fue la mentora para la creación de grandes obras aplicando los principios de esta en lo que se le denomina biomímesis. Cuyos ejemplos se ven también en las alas de los aviones imitando a las aves o en la inspiración de las alas de las mariposas para las celdillas que componen los paneles solares.
La emergencia climática ha prendido las alarmas en cuanto al impacto de los modelos productivos heredados de la revolución industrial. De esta manera, se ha ido incluso más lejos hasta el punto de que sea la misma naturaleza la encargada de diseñar, construir y hacer funcionar productos, bienes y servicios. A tal práctica se le conoce como Biodiseño y se concibe como una propuesta transversal al mundo científico y al artístico del diseño industrial.
La ingeniera biomédica Juliana Hémbuz explica que “A diferencia de la biomimesis, en donde la naturaleza es considerada como mentora que sirve de inspiración, el biodiseño busca involucrar seres vivos —o alguna propiedad específica de estos— en la elaboración del producto” ella, que junto con la microbióloga Laura Calderón y la diseñadora y administradora Francesca Sarmiento, dieron origen a la iniciativa de divulgación científica Balance.espectro que busca inspirar la creatividad en la gente a partir del biodiseño. Las tres concedieron una breve entrevista a Fractales para ilustrarnos sobre los fundamentos del biodiseño que han sido la piedra de toque para su proyecto.
La célebre arquitecta y diseñadora del MiT Neri Oxman comenta que “La razón principal para volver al origen de la creación de estructuras naturales es también implementar la circularidad en el procesamiento de materiales en donde se aprovechan casi en su totalidad una vez han cumplido su vida útil” según explica el segundo capítulo de la serie de Netflix Abstract dedicado a su obra. Frente a esto Francesca Sarmiento agrega que “La sostenibilidad vista desde el biodiseño no solo va dirigida a la naturaleza sino que involucra también a la gente y las familias. Entonces siempre que se piensa en la viabilidad de una idea hay que tener en cuenta el antes y después de la población que se ve impactada en la misma” puntualiza.
Parecerá, a grandes rasgos, que el biodiseño es el descubrimiento del agua tibia. Abundan las ocasiones en las que se habrán usado seres vivos para la producción industrial de cosas como la cerveza, la cual, implementa las funciones fermentadoras de levaduras —colonias de hongos microscópicos— . No obstante, Laura Calderón aclara que “lo que diferencia un producto que nace desde el pensamiento del diseño, al de cualquier otra disciplina como la arquitectura o las matemáticas, es la aplicación que este pueda tener en la vida real.” enfatiza en que “El biodiseño busca que ese descubrimiento que se quedó en un laboratorio o plasmado en una investigación científica pueda ser llevado a cubrir una necesidad, resolver una problemática o a criticar prácticas industriales, no solo es para generar un producto innovador”.
Adicionalmente los arquitectos Andreen y Goidea de la Universidad de Lund en Suiza en su artículo publicado en el 2022 explican que para que un producto sea considerado un biodiseño, debe cumplir con los siguientes principios: diversidad y complejidad, durabilidad, sostenibilidad, retorno y adaptación. Con estas bases en mente, destacan la imperiosa necesidad de que los biomateriales sean sostenibles aún cuando se escale la producción a un volumen industrial. Finalmente, concluyen que ningún esfuerzo es válido si los productos finales no van a poder ser transformados como insumo para los microorganismos, plantas y animales una vez este ya no ofrezca mayor utilidad al ser humano.
De esta manera, el biodiseño, que nace de la necesidad de resolver una problemática, abre el espacio para la creación conjunta entre especies. Lo que permite que seamos mucho más conscientes de las bondades que brinda la vida que no vemos —en los microorganismos— y las propiedades de aquellas plantas y animales conocidos. Es una oportunidad para descentralizar al ser humano como único capaz de diseñar a su imagen y semejanza y permite que la naturaleza tenga agencia en esa creación.
Bio – Futuro
Visitamos la Universidad de Los Andes para cumplir nuestra cita con el equipo de Blance: un proyecto dedicado a la divulgación y enseñanza de la creación a partir del Biodiseño. Conversamos sobre la pertinencia de la creación teniendo a la naturaleza como guía.